El día que Madrid tembló

Aquel jueves, 11 de marzo de 2004, yo era muy pequeño y no era consciente de lo que realmente había ocurrido. Recuerdo que todas las mañanas al levantarme, mi madre me ponía los dibujos y yo reía. Sin embargo, aquel día, mi madre no hizo lo de todas las mañanas, se la veía angustiada, preocupada, llamaba a mi familia al tiempo que ella las recibía. No había pasado nada pero sí había sucedido algo, algo grave. Poco a poco fui comprendiendo que en varias estaciones de tren de Madrid, que entonces a mí me parecían lejanas, había ocurrido algo que cubrió a Madrid y a toda España bajo un manto de oscuridad, terror y angustia.

Han pasado diez años y es ahora cuando realmente soy consciente de lo que pasó aquel día. Lágrimas amargas, llantos, sonrisas perdidas en la eternidad, personas que jamás podrán besar otra vez a los seres queridos que allí perdieron, en el instante en el que Madrid tembló. Aquel día amaneció nublado y todavía hoy para muchas personas sigue haciendo ese mismo tiempo pues se les ha ido el sol, han perdido su luz, que parece haberse escondido en algún lugar al que no sabemos llegar.

Han pasado diez años y la unidad es lo que debe prevalecer, aparcar las diferencias y unirse en una sola voz, fundirse en una sola mano, en un solo cuerpo que abrace a todos los que no están y a sus familiares, porque son ellos los que realmente nos pueden contar cómo se sienten, qué les preocupa y qué quieren hacer. Ahora mismo, y todos los días después de ese fatídico 11 de marzo, son la voz que grita contra el terror y aboga por la justicia, la esperanza y la felicidad, valores que nunca los han abandonado y que nunca lo harán. Han pasado diez años y el mundo parece que sonríe un poco menos, sin embargo, nunca dejarán de hacerlo, empezando por ellos, la voz, nuestra voz, nuestro grito, su rabia, su fuerza…

Dedicado a todos los afectados por el atentado de aquel día 11 de marzo de 2004



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