Anonymous

El conocimiento es libre. Somos Anónimos. Somos legión. No perdonamos. No olvidamos. ¡Esperadnos!” (Anonymous)

Plaza de Tirso de Molina (Barrio de Lavapiés), Madrid, 2016

“¡Qué triste es recordar!”, se dijo Diego a sí mismo tras haberse cruzado con una mujer llena de vivencias que se habían roto hacía 12 años.

La Bruja y él estaban en ese momento en la famosa Plaza de Tirso de Molina. En ella, vendedores de todas las nacionalidades buscaban desesperadamente algún cliente que les comprase gafas de sol, bolsos o películas piratas para poder reunir algo de dinero y tener algo que llevarse a la boca. El drama de la inmigración era cada vez más severo y estaba claramente representado en los rostros de aquella gente. Mientras, la Unión Europea había decidido que todo refugiado que huía de la guerra de Siria debía ser devuelto inmediatamente.

Diego seguía mirando a su alrededor. Aquella concurrida plaza del centro de Madrid le gustaba. Había gente muy variopinta y de todo tipo. Charlaban, reían, lloraban… Todos ellos eran ajenos a lo que la Bruja le iba a contar en apenas unos minutos.

_ ¿Quieres bajar a los andenes de metro?_ le preguntó.

_ Sí_ contestó inmediatamente Diego. El chico supuso que irían hacia la boca de metro cercana. Sin embargo, la Bruja le agarró del brazo, cerró los ojos y de inmediato se encontraban en los andenes de metro._ ¿Cómo has hecho eso?

La Bruja le ignoró y simplemente se dedicó a indicarle con la mano que mirase a su alrededor. La gente era ajena a que en ese momento se acababan de aparecer dos personas por arte de magia. Cuando Diego todavía seguía pensando en lo rápido que había llegado hasta allí, se percató de porqué la gente les hacía caso omiso. Veían el andén pero no formaban parte de él. Diego y la Bruja estaban detrás de las paredes que delimitaban la estación de metro. A su alrededor, los muros eran de ladrillo viejo y estaban ténuemente iluminados por unas antorchas que apuraban sus últimos minutos de vida.

_ ¿Cómo es esto posible?_ inquirió Diego. A pesar de su asombro, ya se estaba empezando a acostumbrar a vivir sucesos inexplicables.

_ Estamos en el cementerio del antiguo convento que estaba justo encima de nosotros. Donde ahora ves una plaza llena de vida, antes había un convento. ¿No lo sabías?_ Diego negó con la cabeza._ Se llamaba el Convento de Nuestra Señora de los Remedios y su cementerio se encontraba aquí, donde estamos tú y yo ahora mismo. Cuando lo derribaron decidieron que los cadáveres de los religiosos que lo moraban debían descansar en paz en estos terrenos, ajenos al trasiego de hoy en día.

_ ¿Y por qué me has traído hasta aquí? Yo no creo en este tipo de cosas…

_ No te he hecho venir hasta aquí para convertirte a algo que ni yo soporto, Diego. Recuerda que llevo muchos años huyendo de ellos. Mi misión es demostrarte que la gente anónima también tiene una vida y por el mero hecho de ser unos desconocidos le damos poca o ninguna importancia. Antes me has ayudado a guardar la caja. Ahora quiero que memorices esta frase y la escondas en un lugar imposible de encontrar_ Diego asintió con la cabeza en señal de afirmación._ “Benedictus qui venit in nomine Domini”.

_ ¿Y dónde la escondo?_ quiso saber el chico.

_ Eso lo irás descubriendo poco a poco Diego…

Iglesia del Vaticano, Ciudad del Vaticano (2005)

El extraño entró en la habitación del recién fallecido Juan Pablo II. Después de haber burlado todas las normas de seguridad, por fin había logrado su objetivo. Se asomó al balcón y, tras asegurarse de que nadie le observaba, colgó una bandera con un lema: “El conocimiento es libre”. Después de muchos años, los Anonymous habían llevado a cabo uno de sus planes. Cuando ya se disponía a marcharse, se fijó que en el escritorio había escrita una nota que rezaba:

Salve Insomnia

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