La Dama de Fuego
Lugar desconocido… (1017)
Ella es revolución. Una mujer inquieta llena de sabiduría y valor que
jamás será encadenada por la tiranía del mundo. Sus ojos azules desafían a toda
aquella persona que osa perturbar su descanso eterno. Nunca tuvo un rostro
definido. Cambiaba con los años y los años cambiaban con ella. Su piel
destilaba fuerza y calor. En sus manos, siempre entre sus dedos finos,
jugueteando con las ilusiones de quien un día intentó someterla. Y de repente
levanta la mirada… Ella es un sinsentido y locura. Ella es una carrera sin
rumbo y una desaparición en la linde de un bosque maldito… Ella es un ser
indomable. Ella es la nueva sociedad. Ella es la Dama de Fuego.
Serendipia (2017)
Habían pasado tres días desde su misterioso encuentro con su antigua
amiga Alba. En ese tiempo, Martina se había encargado de ordenar sus
pensamientos y de organizar un futuro incierto. No sabía si aquel pueblo iba a
mantenerla atada a su tenebrosidad por mucho tiempo. Sin embargo, había algo en
el ambiente por el que Martina perdía la cabeza. Tal vez fuese la sensación de
libertad recorriendo todos y cada uno de los poros de su piel. O el aire fresco
cuyo olor era una mezcla entre la salitre del mar y el verdor de los bosques
que lo rodeaban… Tras poner el primer pie en la calle sintió una especie de
conexión mística entre su cuerpo y el pueblo donde se crio. Un pueblo al que
ella creía muerto.
Lo primero que se propuso fue encontrar a la persona que había ido a
buscarla a La Coruña. En ese encuentro, la mujer le había dado un colgante que
Martina, ignorante, le devolvió de inmediato. Pero, ¿por dónde empezar? Martina
salió a la calle principal. Se había instalado en la misma casa donde la
recibió Alba aprovechando que estaba relativamente próxima a los puntos
principales del pueblo. Después de tres días lloviendo copiosamente, aquella
mañana amaneció soleada. Sin embargo, el ánimo de Serendipia seguía siendo el
mismo. Parecía como si una sombra ilusoria hubiese tapado permanentemente la
luz del sol, impidiendo a los habitantes sentir un mínimo atisbo de felicidad o
alegría. En la calle había un par de ancianas limpiando las puertas de sus
hogares, una panadera ofreciendo su mercancía sin apenas entusiasmo y cuatro
niñas jugando a la Rayuela.
Martina miró a ambos lados. La calle continuaba recta unos 100 metros
y, después, se dividía en dos. En el cruce había un cartel con varias
indicaciones. Cerró la puerta con llave, se abrochó la chaqueta y se dirigió
hacia el cartel. Corría una suave brisa marina que le alborotaba su pelo
rizado. Las personas allí presentes le miraban con desconfianza. Una persona de
ciudad… Allí. Sin embargo, les resultaba extrañamente familiar. Martina
avanzaba por la calle, ajena a las miradas que sabía estaba recibiendo. Cuando
llegó a la bifurcación, pudo observar lo que rezaba el cartel. Las antiguas
cuadras, el molino, la playa la Casa Comunal estaban a la izquierda. La playa,
el mercado central y la Ruta de la Llama, a la derecha. Tras esta última
indicación había un misterioso dibujo. Una especie de símbolo indígena traído
desde muy lejos… Un símbolo que ella sentía como suyo.
Sus pasos se dirigieron hacia la derecha. Las piernas parecían marchar
solas, sin dueña. El camino se tornaba más impracticable y sinuoso. Las casas
se esparcían por la ladera de la colina a medida que avanzaba. El sonido de las
olas rompiendo contra la playa y los acantilados cercanos era cada vez más
estruendoso. El viento soplaba fuerte ahora… Martina, un tanto acongojada, se
abrazó a sí misma y agachó la cabeza protegiéndose del agua que le salpicaba el
rostro. De repente, dejó de caminar sobre adoquines. Sus pies estaban llenos de
barro y las casas habían desaparecido. La vegetación inundaba la linde del
camino y había dejado de escucharse el sonido del mar. Había entrado de lleno
en la Ruta de la Llama. A un lado, en un pequeño claro del bosque, había una
cabaña en cuya entrada había dibujado un símbolo: una estrella de cinco puntas
con un ojo en la parte central. Martina, atraída por la magia del viento,
corrió en su búsqueda.
Lugar desconocido (1995)
La gente rebosaba alegría. Después de mucho tiempo, habían logrado la
autonomía que llevaban tanto tiempo deseando. Las niñas y los niños jugaban por
los límites del bosque sin ningún temor a ser capturados. El resto de
habitantes charlaba sobre la nueva vida que se avecinaba. Aquel sentimiento de
independencia y libertad había culminado toda una vida de lucha y esfuerzos, de
lágrimas, sudor, sangre y muerte. Entre la muchedumbre, una señora de aspecto
bastante desmejorado fruncía el ceño. Temía que el pueblo perdiese el rumbo. En
el horizonte había un objetivo, y aquella situación tan novedosa podía
desteñirlo por completo.
Una chica de cinco años corría feliz. Se dirigió hacia las afueras,
lejos de la muchedumbre. Necesitaba estar a solas con su nuevo coche de
juguete. Se sentó en un tocón mientras imaginaba que la tierra mojada tras la
última tormenta era una carretera. De repente, a sus espaldas, se escuchó una
rama romperse. La chica se giró rápidamente y abrió los ojos, atenta a
cualquier movimiento. Comenzó a hacer calor y, a medida que se adentraba en el
bosque, una luz naranja se hacía por momentos más intensa.
¡El bosque estaba en llamas! ¡Incendio! ¡Un incendio! La chica se quedó paralizada por el miedo. No sabía qué hacer ni cómo reaccionar. Entre las llamas pudo divisar la silueta de una figura. Estaba encorvada y parecía moverse con lentitud. Huyó. Huyó mientras lloraba desconsoladamente buscando los brazos de su madre o de su padre. Allí se sentía segura, a salvo del mundo cruel. Allí podía desahogar sus penas… Y mientras, el fuego lo devoraba todo.
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