Tal vez tú

Serendipia (2017)

Martina entró en la cabaña. El ambiente estaba viciado de olor a vainilla. Las paredes estaban llenas de imágenes de una chica de ojos azules, sonrisa suave y pelo rubio. En esas fotos, que abarcaban al menos mil años, aparecía siempre el mismo rostro. Los años no habían dibujado ninguna arruga en la piel de aquella chica. La cabaña estaba tibiamente iluminada por unas velas que proyectaban todo tipo de sombras tenebrosas. Martina observaba en silencio. En cualquier momento aparecería.

Llevaba esperando cinco minutos cuando, de repente, de la oscuridad, surgió una chica. Era la chica de las fotos. De poca estatura, dedicó a Martina la misma sonrisa que a las cámaras.

_ ¿Qué tal estás?_ preguntó la chica. Martina apenas había abierto la boca cuando la invitó a sentarse._ Ven, siéntate aquí conmigo.

Martina obedeció. Observando atentamente a aquella chica tan misteriosa, pudo adivinar que, en sus brazos, había varios tatuajes. Sin embargo, el que más le llamó la atención fue uno que representaba un símbolo indígena. El mismo que había visto en la señal del pueblo y el mismo que ella sentía como parte de su alma. Cada vez que lo veía, la calma envolvía cada órgano de su cuerpo, sumiéndola en la tranquilidad más absoluta.

_ Sí, Martina. Este tatuaje es el símbolo de nuestra familia_ dijo de repente la chica, haciendo que Martina saliese de su ensimismamiento.

_ ¿Cómo nuestro? ¿Mío también?_ la chica rió a carcajadas. 

_ ¡Por supuesto que sí! ¿Acaso sabes explicar por qué cada vez que lo ves, te relajas? ¿No te lo has preguntado? ¿Qué te hizo venir hasta aquí?

Martina empezó a recordar. Cuando recibió la visita de la anciana, esta le había ofrecido un misterioso colgante. Sólo después de habérselo devuelto, Martina sintió que debía ir a Serendipia. El colgante llevaba aquel símbolo…

_ ¿Y qué representa?_ inquirió Martina. 

La chica se levantó la parte del poncho que le cubría el brazo y dejó ver el símbolo. Un círculo envuelto en llamas, con la silueta de un ave atravesándolo y, partiendo la circunferencia en dos mitades, la superficie del mar bravío.

_ Este símbolo_ contestó la chica mientras se lo señalaba con el dedo índice, _ representa la libertad de la mujer. La mujer como ser que ha logrado superar la lacra del machismo. La mujer como ser que ha logrado la igualdad entre ambos sexos. La mujer que se defiende, que combate, que se ha inmunizado ante el dolor. La mujer de Serendipia… ¡La mujer como habitante protagonista del próximo milenio! Este símbolo representa libertad, Martina. El ave que ha escapado del fuego para volar libremente sobre el mar… Te contaré su historia.

La chica hizo aparecer una especie de nube en medio de la cabaña en la que comenzaron a definirse unas imágenes. Un pájaro, una montaña, unas nubes… Y la voz celestial de la chica retumbando en los oídos de Martina.

Observando. Así estaba aquél pájaro que había decidido remontar el vuelo y emprender su camino hacia las alturas, desde las cuáles podría mirar con aire de superioridad a las montañas de la indiferencia, notar cómo dejaba atrás un mar de nubes grises que ocultaban la luz del sol, que ahora sentía más suya que nunca. Se retiraba así de un pasado que quiso olvidar, un pasado en el que baños de lluvias amargas y los estornudos de los truenos eran el día el día, dónde los recuerdos atrapados en las gotas de lluvia se desmenuzaban al chocar contra el suelo… Era el momento de cambiar.

Con el batir de sus alas no sólo sentía que dejaba todo aquello atrás sino que, a partir de la primera mirada al pasado comenzó a comprender que ya no había sitio en él para esos recuerdos, no había páginas en el diario que fueran a recoger esas antiguas experiencias, era una especie de pérdida prematura de la memoria pasada. Había que dejar sitio a los paisajes nuevos, recordar los ríos de alegría, ver cómo gigantes montañas hechas de amistad y amor se erguían ante él, el mar y su infinidad de historias… 

Fue así como mientras volaba viendo aquél nuevo mundo que se le presentaba ante sus pupilas se cruzó, de nuevo, con otra ave a la cual creía conocer. Su intuición le decía que ya en otra ocasión se había cruzado con alguien que, en su camino como ser humano, se topó con él en medio de un espeso bosque que no conducía a ningún sitio, era lo más parecido a un guía. Se fijó en su batir de alas, en su mirada inquietante y abrumadora como la niebla esparcida en las cumbres de las montañas, en su personalidad, se fijó en el que quería que fuese su nuevo compañero de viaje.

En su ser interno notaba que debía decir algo porque, al fin y al cabo, había aparecido de la nada, y lo hizo para cruzarse con él. Aquello fue una situación que jamás olvidaría, se había lanzado a la aventura sin saber qué ni a quién se encontraría en su viaje. Pero por casualidades del destino allí estaba ese compañero, ese pájaro que en esta u otra vida ya había estado con él y al que, también por casualidades del destino, había perdido la pista desde hace un tiempo. Su pregunta era ¿volvería a perderle la pista?

Cuando la chica acabó, hizo desaparecer la nube con un movimiento de la mano. Martina fijó la mirada en el rostro de la chica. Ella era aquel pájaro. Necesitaba huir de su pasado y lanzarse al nuevo presente, al nuevo futuro.

_ Somos cuatro. La última ha desaparecido. Te necesitamos aquí, con nosotras, en Serendipia. Tu pueblo, tu gente y tu nación… ¿Dónde está?_ a medida que iba pronunciando aquellas palabras que parecían ser un acertijo, la figura de la chica se iba difuminando poco a poco, desapareciendo con la brisa marina que se filtraba por el suelo...

Martina intentó buscar algo con lo que evitar su marcha, pero no lo hizo. Finalmente se dejó llevar… Empezaba a tener sueño. Los párpados le pesaban. Cerró los ojos y se tumbó. 

Mientras tanto, la estrella de cinco puntos que había en el exterior comenzó a arder…

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