Más que un todo

Berlín (9 de noviembre de 1989)

Grupos inmensos de gente se agolpaban en ambas partes del muro. El aire olía a impaciencia, a lágrimas de felicidad, a la esperanza de niños y niñas con un futuro sin fronteras en su propia ciudad, a perfume aderezado con un toque de hermanamiento… Ni siquiera el frío del otoño había sido capaz de encerrar a la gente tras las puertas de sus hogares. Aquella noche sería histórica. Tras años de lucha y confrontación, aquel muro de hormigón iba a ser derribado. Tras años esquivando a los guardas de ambos lados para poder dar la mano al “enemigo”, miles de dedos iban a entrelazarse. Los abrazos, besos y caricias serían los verdaderos protagonistas de aquella noche del 9 de noviembre de 1989. Berlín sería una a partir del momento en el que el primer martillo golpease la dura superficie del muro. Alemania dejaría de ser Democrática o Federal. Europa eliminaba el último resquicio de una guerra absurda al servicio e interés de los más poderosos de la época. El mundo miraba esperanzado hacia el futuro…

Silencio. Un grupo de gente se acercaba entre la muchedumbre con varias herramientas de obra. Expectación. El vaho salía de las bocas de los asistentes como el fuego de dragón. Primer golpe… La gente comenzaba a sonreír. Aquella pesadilla tenía las horas contadas. De repente, una luz dibujó en el cielo una palabra: Amistad.

A Coruña (2003)

_ ¡Les presentamos lo nuevo de Mägo de Oz! Con todos ustedes, la canción La Rosa de los Vientos, de su nuevo álbum Gaia. Que la disfruten…_ decía el locutor de la radio.

Martina escuchó atentamente la canción. “Si siembras una amistad, con mimo plántala y abónala con paciencia. Pódala con la verdad y trasplántala con fe pues necesita tiempo para crecer”. “Qué bonito”, pensó. Aquellos versos le habían llegado al alma. Cogió un papel, sacó un bolígrafo de la mochila y comenzó a escribir la letra de aquella obra de arte. Mientras lo hacía, las palabras se iban agolpando en su cabeza. El cumpleaños de su mejor amiga era dentro de una semana y la canción la inspiraba a escribir. Decidió que, una vez tuviera todos los versos escritos, se lanzaría a redactarle una carta en donde se vaciaría emocional y sentimentalmente.

Una vez acabó la canción, Martina tuvo que secar una pequeña lágrima que se había derramado sobre el papel, emborronando parte de lo escrito. Sacó otra hoja y comenzó a escribir.

Vivimos en una época de promesas vacías, de “te quieros” sin significado procedentes de bocas sin filtros, de sonrisas falsas ocultas bajo la careta de la hipocresía, de palabras compuestas de motas de polvo dispersas en el viento y de abrazos en los que la piel no se funde en una sola alma. Vivimos en un tiempo en el que la amistad ha quedado banalizada a simples fotografías en las redes sociales perdiendo toda importancia a través de la pantalla de un móvil.

Escribo esto mientras escucho “La Rosa de los Vientos” de Mägo de Oz. Una canción en cuyos versos se exalta esa relación de amistad que tan fácilmente se diluye hoy en día como la acuarela en el agua. Por eso, en esta época de promesas vacías, te elijo a ti para esquivar toda una serie de inconvenientes. Eres luz, mi piel en el invierno, duermo el odio cuando estoy contigo y despierto la alegría del mundo cuando te veo aparecer. Después de siete años, aquí seguimos, unidos tú y yo, en una relación férrea y sólida que ni el puto huracán Irma es capaz de derribar. Sigues siendo esa manta con la que me arropo en las noches de frío, ese jarro de agua fría revitalizante bajo el sol abrasador, el paño de lágrimas y el hombro en el que apoyarse cuando la vida se tuerce un poco. Como escribiste una vez: “yo no sé si puede quererte más fuerte”; maldita pregunta atormentando mentes inquietas. Creo que el único camino para encontrar la respuesta serías, nuevamente, tú.

La viva imagen de la ternura. Que se jodan amaneceres y anocheceres, que el mejor sol y la mejor luna los tengo yo. Envidia el otoño tu risa. Le arrebataste el protagonismo cuando viniste al mundo un 24 de septiembre de 1990. Trece años regalando sonrisas, susurrando al olvido que se marche, obligando a la amargura que eche a volar y comprando cajetillas de felicidad que luego me regalas. Soy plena cuando estoy contigo. Haz que mi día a día sea bueno y perfecto incluso cuando las más oscuras nubes de tormenta amenacen con tirar el más alto castillo.

Mi reino es tu palabra y mi patria, tu consejo. Llévame a ese lugar del que viniste donde el arcoíris se ruboriza al verte despertar de esas siestas interminables. Llévame a ese país donde las conversaciones se alargan desde la madrugada hasta que uno de los dos cae rendido sobre la almohada. Llévame contigo más allá de las estrellas, donde nacen los versos que jamás podrán describir todo lo que te debo, lo que he de agradecerte… Tan dulce como dos vasos de vino blanco, tan dura como un trago del mejor whisky, tan vulnerable como el niño recién nacido, tan fuerte como las montañas que se alzan impasibles sobre la humanidad. Todo en uno. Esa eres tú, mi otra mitad.
Creo en ti hasta el fin del mundo. Creo en ti hasta atravesar la delgada línea que separa la realidad de la ficción. Creo en ti hasta el horizonte. Sigamos recorriendo juntos ese camino. Riamos, saltemos, bebamos, bailemos, abracémonos, vamos a darle envidia al olvido. Lloremos, consolémonos, aconsejémonos en los momentos de zozobra y, cuando la duda aparezca por el balcón, echemos la cortina. A tomar por culo la Biblia. Mi credo eres tú. Siete años creyendo en ti y jamás seré capaz de ponerle un final.

En un día como el de hoy, el cielo se tiñe más de azul, las nubes son más blancas, el sol brilla con fuerza y la noche trae consigo un millón más de estrellas brillantes. Las olas danzan al son de la luna, el viento canta melodías de amor acompañado del silbido de los pájaros curiosos que se han acercado a observar qué ocurre”.

La guardó en medio de un libro viejo y ajado que siempre llevaba consigo y lo metió en la mochila. Deseaba impaciente que llegase el día para poder dársela…

Serendipia (2017)

Mientras buscaba el símbolo de Las Cuatro Hijas, un papel viejo y arrugado se cayó de entre las páginas. Era la carta que un día de hacía catorce años le había escrito a su mejor amiga. Martina miró al techo y se apretó la hoja contra el pecho, justo a la altura del corazón. Jamás pudo entregarle aquella carta pues un desafortunado accidente de coche se había llevado la vida de su amiga.

_ Te prometo que jamás me separaré de ti. Te quiero aquí, conmigo, para siempre_ dijo Martina._ Mi Rosa de los Vientos. Más que un todo…

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