Por ti (Otoño, Parte III)
Barrio de Chamberí, Madrid (2019)
Tras su último encuentro con Serendipia en el Museo del Prado, Miguel decidió tomarse un descanso y recuperar tiempo para estar consigo mismo. Sin olvidar su actual objetivo, el chico acudió paseando hasta el barrio de Chamberí, un lugar que, para él, significaba todo. Aquella noche en la que Madrid parecía haberse detenido en el reloj del tiempo, Miguel añoraba la presencia en la ciudad de quien fue su primer amor.
Ascendiendo por la Avenida de los
Reyes Católicos, se detuvo frente a la fachada de un edificio en cuyo portal
había logrado la felicidad plena. Allí, una noche de frío y viento, abrazó a la
chica de sus sueños, una antigua compañera a la que conoció en el colegio y
que, años atrás, echó a volar junto a la dama de la guadaña rumbo a la
eternidad. Se sentó en un banco, en silencio, disfrutando de cómo la soledad
estaba siendo su mejor compañera nocturna. Miguel tenía la capacidad de
recordar las historias pasadas con todo detalle y, fijando la mirada en el
portal, representó con sumo detalle una escena de amor que llevaría tatuada en
el corazón hasta el fin de sus días.
En sus auriculares sonaba Un bolero en Berlín de los Chikos del
Maíz. Mientras tanto, la figura de Lucía se hacía cada vez más nítida. Una persona que, obviando la
enfermedad de Miguel, fue capaz de mirar más allá y llegar al corazón de un
chico que se sentía cada vez más aislado del mundo. Dos almas que, tras una
tarde en El Retiro y alguna que otra cerveza, se despidieron con un apasionado
beso en aquel portal, testigo de numerosos comentarios repletos de cariño y
felicidad. Abrazos, dedos jugueteando en los bolsillos de las chaquetas, labios
mordidos, sonrisas, caricias y alguna que otra lágrima amarga. Miguel añoraba
esos momentos y, tras su pérdida, escribió lo que, para él, fue el mejor de sus
relatos. Miró al cielo, cerró los ojos, y recitó en voz baja las palabras que
un día dedicó a su amada Lucía.
_ “La
mezcla de colores… Dorado, marrón, verde, amarillo y rojo uniéndose en un solo
ser para provocar una colosal explosión de colores en los que perder la vista y
la imaginación. Eso es otoño. El otoño es mirar por la ventana y sentir la
lluvia golpear los cristales mientras escuchas el latir del corazón apoyado en
el pecho de una persona. El otoño es ver los tonos ocres en los ojos de quien
te devuelve una mirada insistente. El otoño son los olores de las castañas, las
manzanas, las setas y la leña inundando cada rincón del hogar. El otoño son los
vinos en el sofá, la manta sobre los dos, la película de por la tarde, el sueño
sobre el hombro de la otra persona. El otoño es el abrazo acogedor, el beso
tras cruzar la lluvia, el baño reconfortante para eliminar el frío de los
huesos.
El
otoño es ir a donde quiera que vayas. Es seguirte mientras tiras de mi mano
bajo un manto de nubes grises que amenazan tormenta. Es el crujir de las hojas
bajo nuestros pasos recorriendo la más bella ruta. Es ver volar la imaginación
y la emoción en cada árbol del bosque mientras las hadas y los duendes susurran
nuestros nombres. Es el libro tumbado en la cama y las caricias en el rostro.
El otoño es ir a donde quiera que vayas… Es el roce de dos pieles ansiando
encontrarse después de muchos años dando tumbos en la soledad. Es el “te
quiero” pronunciado al oído en una cafetería llena de gente. Es el camino
elegido por los dos para recorrer durante todas las estaciones del año, viendo
cómo la naturaleza se desnuda y se viste con sus distintos trajes de gala.
El
otoño es la conversación en la puerta del bar buscando tu cuerpo en la
oscuridad de la noche, deseando rodearlo, ansiando tus manos en mis bolsillos.
El otoño es querer entender lo que ocurre en tu cabeza, ser tu compañero de
viaje, tu número “dos” en los problemas, la ecuación a resolver en el más
complicado de los exámenes. El otoño es querer ser tu rima, tu prosa, tu
reflexión filosófica, tu mezcla química… El otoño es eliminar las dudas, fijar
la fecha del reencuentro, convertirte en la protagonista de mis sueños y
afrontar la vida agarrados de la mano. El otoño es ir a donde quiera que vayas
escuchando tu risa en cada esquina de la ciudad. El otoño es ver caer las hojas
de los árboles mientras nos insisten en vernos al año siguiente.
El
otoño es comprender que todo aquello que cae vuelve a crecer. El otoño es ver
acabar una época de noches interminables para dejar paso a los planes en casa,
rodeados de tranquilidad, incienso y conversaciones de sillón hasta la
madrugada. El otoño significa eso, ir a donde quiera que vayas… Rebobinar la
cinta y escribir una nueva historia juntos con la que afrontar el día a día. El
otoño es arrancarle al miedo una sonrisa, depositarla en nuestras manos y
mecerla entre los labios… El otoño es precisamente eso, ir a donde quiera que
vayas… Y da igual dónde”.
Se quitó los auriculares y lloró
desconsoladamente. Se ocultó el rostro con las manos, gritando en silencio
mientras la rabia corroía su cuerpo. Jamás llegaría a entender por qué lo puro,
bueno y feliz abandonaba el mundo antes de la hora establecida. Con la imagen
de la sonrisa de Lucía reflejada en sus ojos, Miguel se prometió a sí mismo
volver a verla para, donde quiera que fuese, emprender de nuevo el camino que
se propusieron recorrer juntos.
_ Hasta el próximo otoño, amor_
susurró…
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