El canto de la República

28 de marzo de 1939, Madrid

Las tropas franquistas entraron, tras un largo asedio, en la ciudad de Madrid. El ejército republicano, dividido y con la moral baja por el devenir de la guerra, había decidido capitular para, así, evitar más muerte y dolor a las familias que tanto habían hecho por defender el orden constitucional de la II República.

Polvo, cenizas, llanto y muerte inundaban cada uno de los rincones de la capital. Se avecinaban tiempos de incertidumbre en los que el franquismo actuaría con todo su poder sobre aquellos que habían osado hacerles frente.

Un chiquillo cuyos padres habían muerto en combate corría desesperado a las ruinas de su antigua casa, aquel lugar al que ya nunca podría llamar hogar. Cuando finalmente llegó, grabó en una vieja mesa de madera un mensaje encriptado que, años después, sería encontrado por alguien realmente especial. Una vez hubo terminado, el niño cerró los ojos y susurró unas últimas palabras antes de transformarse en una nube de nostalgia: M.B.A. El futuro le esperaba impaciente…

Mayo de 1943, Valle de los Caídos

El preso entreabrió los ojos. La mugre y la suciedad le ocultaban gran parte del rostro y, con ayuda de un viejo pañuelo tejido por su mujer, logró quitarse parte de la mierda que tenía sobre la piel. Alzó la vista al cielo, envidiando el libre vuelo de un águila sobre una tierra que olía a muerte. Deseaba ser aquella águila, extender sus alas y alejarse de allí lo más rápido posible.

Los delirios de Franco iban en aumento y su megalomanía se hacía cada vez más evidente. Franco había decidido que los presos republicanos serían quienes excavasen y edificasen lo que sería su futura tumba en la loma de una montaña cercana a la localidad de San Lorenzo de El Escorial.

El sol primaveral daba un aire cálido y agradable al ambiente. El preso quería llorar. Deseaba estar junto a su mujer y su hijo, caído en combate, a la orilla del río disfrutando de una agradable tarde. Finalmente, las lágrimas brotaron de sus ojos sucios. En uno de los escasos momentos en los que podía pararse a descansar durante un breve instante, aquel desdichado hombre creaba historias en su mente que, sabía, jamás saldrían a la luz, pues su futuro estaba ya enterrado bajo las rocas de aquel aciago lugar… En el Valle de los Caídos.

Exhausto de mente y cuerpo, aquel hombre decidió irse en los brazos de la muerte. Ya no quería luchar más y, sin embargo, intuía que, allá al lugar al que se dirigía, el combate sería aún más fiero e intenso. Se derrumbó sobre la gravilla del suelo y, todavía consciente, permitió que su alma para siempre inmortal comenzase a entonar una vieja canción mientras se acercaba poco a poco al águila que observaba desde lejos…

14 de abril de 2011, Plaza Mayor de Salamanca

Un grupo de jóvenes, ebrios tras una noche de fiesta y desenfreno, cruzaban la plaza entre risas y felicidad ansiosos por encontrar un bar abierto en donde poder saciar su apetito mañanero. La plaza estaba vacía y un extraño silencio se había apoderado de ella. Una de las jóvenes se percató de que a lo lejos, un par de figuras de aspecto fantasmal la observaban detenidamente. Vestían sendas túnicas de color blanco y negro y ocultaban su rostro bajo una careta. La chica se alejó sin que el resto de amigos notase su ausencia y, atraída por una voz celestial, caminó hacia aquellas dos siluetas.

Ambas sonrieron al verla y le ofrecieron sus respectivas manos, invitándola a marcharse por siempre junto a ellas hacia un lugar, Serendipia, del que decían proceder. La joven, sin sentir un ápice de temor, aceptó. Su mente fue invadida por una calma que hacía tiempo deseaba encontrar. De repente, la tormenta se convirtió en suaves olas rompiendo dulcemente contra una playa de arena fina y blanca. Los árboles del bosque ya no crujían y mecían sus hojas al son de una cálida y agradable brisa. Miró una última vez la plaza. La ciudad de Salamanca, su hogar, fue una de las primeras en las que comenzaron a escucharse los tambores de la Guerra Civil que iniciaron Franco y los sublevados.

Aquel 14 de abril de 2019, la bandera republicana ondeó más alto que nunca en medio de la plaza, gritando libertad, igualdad y solidaridad. El canto de la República estaba en marcha…

14 de abril de 2019, Cementerio de la Almudena (Madrid)

La luna comenzaba a pintar de color blanco las tumbas y nichos del cementerio. Muchos años después de su primera reunión, Serendipia, Lucía, Nuria y las Trece Rosas habían acordado volver a verse en la tapia donde estas últimas fueron fusiladas. Fue en ese mismo lugar donde, años atrás, se comprometieron a desempeñar una ardua tarea que les obligaba a llevar consigo a todas aquellas almas que la Historia había sumido en el olvido hacia un nuevo hogar, Serendipia.

Tras un intenso día de homenajes a los caídos por la República, los olvidados en las cunetas y el recuerdo a las familias de las víctimas, cuando ya el cementerio destilaba calma, todas ellas se presentaron con nuevos objetivos, discursos y un futuro esperanzador del que querían ser protagonistas.

_ Miguel, un gran amigo mío, decidió unirse a la causa, compañeras. Confío plenamente en sus aptitudes y le considero uno de los nuestros. Ya ha iniciado su particular camino y estoy seguro de que volveremos a verle_ informó Serendipia con una sonrisa en el rostro.

_ En nuestra visita a Córdoba abrazamos la amistad de Silvia, una joven que no dudó en acompañarnos tras una vida de inseguridades, ansiedad y soledad. Ella es y será a partir de hoy, una más_ añadió Lucía.

_ Y Cristina, de Salamanca, a quien acogimos hace ocho años ya_ dijo Nuria.

_ Perfecto. Todas ellas deben unirse a la causa. Alzaremos nuestras voces al cielo, compañeras. Madrid, Córdoba, Salamanca, todas las ciudades de España y del mundo teñirán sus cielos de morado, reclamando un futuro justo y feminista, un horizonte donde prime la igualdad, la solidaridad y la fraternidad. Nos necesitamos unidas y fuertes en nuestra lucha, compañeras…

Las Trece Rosas escuchaban detenidamente la conversación. Entonces, una de ellas hizo aparecer un pequeño retablo de madera en donde había un mensaje escrito por un alma pura años atrás. Se hacía llamar Miguel Barroso Araujo y había viajado simultáneamente entre el pasado y el futuro para evitar que la sociedad española volviese a cometer los mismos errores. El muchacho había dejado escrito un texto titulado “El canto de la República”.

Cuando ellos vivían, España era una República. Después, en este lugar se instaló el fascismo por la sangre y la fuerza. Llegó y se quedó para siempre. Los golpistas recibieron todo el apoyo de los fascismos emergentes europeos y el gobierno se tuvo que apañar con el desprecio y el desdén de las mal llamadas democracias europeas. Fascismo apoya fascismo. Ganaron. Y obtuvieron la recompensa que aún exhiben hoy: el relato de los hechos, su versión, la versión de la historia que vivimos.

El futuro memorial de la Almudena, en homenaje y recuerdo de las víctimas asesinadas por los franquistas en el cementerio del Este, es un jarro de agua fría en la impostura de la falsa versión fascista del golpe de Estado. El día que al entrar por la puerta del cementerio se puedan leer 2933 nombres enlazados con la causa de su muerte, por fin se habrá hecho pública la descomunal verdad de lo que no estaba escrito. Ese día cientos de familiar llenarán de flores el cementerio y contarán con orgullo a su prole quiénes fueron sus antepasados, aquellos héroes y heroínas para los que no hubo ni verdad, ni justicia ni reparación ni tumba en el cementerio. Madrid despertará de la ignorancia y se avergonzará de la ignominia de no haber sabido nunca que en estas tapias los sueños de mucha gente, orgullosa amante de la libertad, se hicieron sangre, dolor y silencio y, en muchos casos, olvido.

Los golpistas, que lo fueron por golpear a España, se quedaron con todo, sí, pero hoy sus descendientes tienen miedo. Temen a los herederos legítimos de la sangre de estas tapias, nos temen, e insultan a nuestros héroes y nos desprecian. No les servirá de nada. Sabemos con absoluta certeza que la República no ataca, la República se defiende, con plumas o con pistolas pero solo se defiende. El ataque y la mentira son atributos del fascismo.

Que el nombre de la Segunda República no se borre en la historia…”

El mundo se estaba preparando para un nuevo episodio de su particular historia y todas las mujeres allí presentes sabían lo que ello suponía y el papel que deberían desempeñar. Serendipia debía resucitar y ser más fuerte que nunca…


Discurso pronunciado en Madrid, el 14 de abril de 2018, en el Cementerio de la Almudena en homenaje a víctimas del franquismo

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