Por los míos
Fue el pasado verano cuando, venido de unas calles más arriba, descubrí
a aquella persona que, sin apenas darme cuenta, se convirtió en parte
fundamental de mi día a día. Un hermano de distinta madre, un mentor pocos
meses mayor que yo y un amigo al que llegué a ver incluso más que a mi propia
familia. Aunque quizás ya se había convertido en parte de ella… Cigarros,
risas, “cafés” y cervezas, charlas interminables, bromas y un ambiente laboral
que había mejorado infinitamente. No me escondo, esto va por él. Confianza,
complicidad y tardes en las que los problemas volaban por la ventana en el
preciso instante en el que ambos poníamos un pie en el suelo de aquel bar de
Moncloa.
Quiero agradecer tanto que las palabras se me quedan escasas. No
soy capaz de describir lo mucho que cambiaste mi forma de ver las cosas. Nos
hemos autodenominado como “el mejor descubrimiento del 2020”. Aunque creo que
deberíamos pedir permiso a las vacunas, lo mantendré hasta el fin de mis días.
Te uniste a una batería de amistades con las que soñar un futuro repleto de
felicidad. Eres ahora una pieza clave más en el complicado tablero de ajedrez
que es mi vida. Ganamos la partida y la volveremos a ganar. No compito contra
nadie, sólo intento jugar correctamente las fichas para poder moverme
libremente a través de las casillas blancas y negras.
Serenidad, calma, alguna que otra bronca y toques de atención
impidiéndome abrazar a la gente. No te lo perdonaré jamás… Jamás. El hermano
mayor que ponía en orden algunas de mis decisiones más controvertidas. El
protagonista de un diario mental del que muchas páginas e historias llevan tu
nombre. Juntos hicimos del Ying y el Yang un puto actor secundario en el
equilibrio y el funcionamiento del mundo. “¿A ti qué te gusta?”; “Esto”;
“Genial, a mí lo otro”. Manos a la obra. Mano a mano, como en Comanchería. Viendo El arte de la amistad en Cinema
Paradiso recordando nuestros pasados y pensando en qué hacer cuando
intuíamos que podíamos bromear.
Gracias por dejar que me desahogase contigo, aguantando mis
monólogos interminables sobre aquellas dudas que taladraban mi mente durante
las tardes más frías de un invierno un tanto particular. Gracias por mostrarme
que en poco tiempo, se puede demostrar mucho.
Y así, a lo largo de cinco maravillosos meses, y algunos días más,
fue cómo, poco a poco, me percaté de que, ciertamente, ya te habías convertido
en una persona imprescindible. Ahora, amigo, te dedico esto, mucho tiempo
después… Por los míos.
“Sí, el tío es un psicópata,
pero, es verdad, también es un amiguete, así que, ¿qué puedes hacer?”
(Trainspotting, 1996)
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