Un muro entre nosotros (Con DeJuana)
Redacción de CNN (Atlanta), 28 de marzo de 2018
_ El presidente Donald Trump ha anunciado esta mañana a través de
su cuenta de Twitter que ya han comenzado las obras de construcción del muro_
anunciaba con voz queda una reportera…
De repente, el mundo se había vuelto un poco más oscuro. La temida
promesa electoral de Trump se había hecho realidad. Fue entonces cuando el
llanto y la desesperación se extendieron entre las miles de personas de la
frontera entre México y Estados Unidos que esperaban expectantes la llegada del
temido mensaje.
Estado de Arizona (frontera entre México y Estados Unidos), 2019
Hacía un año que aquel presidente de piel naranja lleno de odio y
racismo había decidido iniciar la construcción del muro fronterizo.
Hacía calor, pero en el interior de Verónica reinaba una sensación
de frío que congelaba lo más profundo de su alma. Esa misma mañana debía
separarse de su hijo, Rodrigo, obligada por la necesidad de buscar un futuro
mejor para él. La nueva política migratoria de Trump le impedía pisar suelo
estadounidense y, ahogada por las deudas, un trabajo que no cubría sus
necesidades más básicas y la imposibilidad de conseguir un permiso fronterizo,
Verónica tuvo que tomar la difícil decisión de enviar a su hijo de tan solo
seis años a la casa de unos familiares que vivían en la ciudad de Phoenix.
Verónica le había prometido que pronto volverían a verse, que
volverían a unir sus manos para observar juntos un nuevo amanecer… Sin embargo,
ella misma sabía que se trataba de algo mucho más complicado. Se odiaba por
haber mentido a su propio hijo, pero, una vez más, tuvo que decidir entre
aquello que era correcto y lo que realmente anhelaba hacer. Caminaba agarrada a
Rodrigo, que observaba la valla como si de un juego se tratase. La inocencia de
un niño frente a la barbarie del racismo y el clasismo se hacía más que
palpable durante una calurosa mañana que amenazaba incertidumbre.
Rodrigo canturreaba mientras se aferraba a una extraña figura de
madera que le había regalado su abuelo y que utilizaba como talismán. Mientras,
Verónica se aseguraba de tener en su bolsillo unos versos que le había escrito
la noche anterior con la certeza de que, cada vez que Rodrigo se sintiese solo,
cantara bajo la luz de la luna. Como si quisiera retrasar lo inevitable e
intentando parar el tiempo, Verónica ralentizó el ritmo a medida que se
acercaban al puesto fronterizo, donde un grupo de militares revisaba visados y
escupía sobre la dignidad y la pena de familias que nunca más volverían a juntarse.
Una lágrima comenzó a surcar el rostro de Verónica y, al verlo, Rodrigo apretó
aún más fuerte su mano.
_ Mamá, ¿te duele algo?_ preguntó con una sonrisa de oreja a
oreja. Verónica se enjugó las lágrimas e, intentando aparentar serenidad,
respondió.
_ No, cariño. Es que hace mucho calor.
_ En Phoenix también, pero podremos ir a la piscina de los tíos
cuando vengas. ¿A que sí?
Verónica no pudo contener el llanto, se arrodilló y abrazó a su
hijo. Inspiró todo lo que pudo mientras olía la colonia de su hijo, procurando
guardar toda la esencia posible en sus fosas nasales. Transcurrieron cinco
minutos en los que Rodrigo, ajeno a todo, consolaba a su madre. De fondo se
escuchó el bramido de un soldado, que los apremiaba a avanzar. Verónica se
incorporó y miró con odio a una persona que parecía no tener escrúpulos,
disfrazado de héroe y con la conciencia vacía de remordimientos. De nuevo,
cogió la mano de su hijo y, con paso firme, se acercaron a la valla.
El soldado observó con detenimiento el papel que le entregó
Verónica que certificaba a Rodrigo como “legal” en suelo estadounidense. El
amor que corría por sus venas le hizo pensar, por un breve momento, lo
impensable. Quería huir de allí. Correr, volver a casa y afrontar con su hijo
las penurias de un futuro oscuro. Sin embargo, miró a su hijo, tal vez por
última vez, y desechó la idea. Debía sacrificarse por él. Palpó en su bolsillo
el folio donde había escrito los versos y se lo entregó a Rodrigo.
_ Esto, amor mío, es para cuando vayas a dormir. Lo ha escrito
mamá y quiero que me prometas que lo leerás cada vez que me eches de menos,
¿vale?_ Rodrigo sonrió de nuevo y asintió.
El soldado dio orden de abrir la valla y fue entonces cuando llegó
el momento. Verónica y Rodrigo se abrazaron y, al separarse, el niño atravesó
la frontera. Su destino se diluía en medio de una nube de arena y polvo y la
incertidumbre más absoluta… Miró a su madre, que le despedía llorando con la
mano en el aire y el corazón encogido. Mientras caminaba acompañado de otro
soldado, que lo llevaba hacia un autobús en el que ya esperaban más niños,
abrió el papel que le dio su madre.
De repente, una voz dulce y melódica procedente del cielo comenzó
a susurrar en los oídos del niño…
Te estaré esperando
Mientras siga amaneciendo
En este momento, se detiene el tiempo
Rezaré, recé y rezo
Nunca tendrá sentido nada de esto
Es de naturaleza antinatural
El no volver a vernos…
Mi niño, pórtate bien
No me eches de menos pero no me
olvides
Maldito boleto… No lo quiero, por
mucho que lo necesite
Lo llaman mundo libre ¿y qué?
A mí, el mío, me lo bendicen
Todo esto irá bien mientras usted se
me cuide
Que Dios te bendiga, hijo…
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