Desde las teclas del piano

Olía a música. La señorita de Blanco y Guillermo habían llegado a una pequeña sala circular llena de estanterías de madera cuyos estantes estaban repletos de libros, partituras y recuerdos. La estancia estaba débilmente iluminada por una tenue luz que se colaba entre los huecos dejados por las cortinas de lino que tapaban la única ventana que había. Las motas de polvo eran lo único que se movía en esa sala.

_ ¿Dónde estamos?_ preguntó Guillermo.

_ No lo sé_ contestó la señorita de Blanco mientras levantaba los hombros en señal de ignorancia. Le sonrió y dirigió su mirada hacia el piano de madera de caoba que había en el medio de la sala.

El haz de luz iluminaba el instrumento de una manera casi celestial. El piano parecía emitir una leve llamada pidiendo que alguien lo tocase, que los dedos de algún afortunado pudiesen rozar sus teclas para comenzar a emitir todo tipo de melodías. Guillermo se acercó, pero no se sentó a tocarlo ya que no tenía ni la más menor idea. Simplemente se limitó a acariciarlo, dejando la marca de sus dedos en la fina capa de polvo que había por todo el instrumento.

De repente, como si de magia se tratase, el piano comenzó a sonar solo. El propio instrumento había detectado los dedos de Guillermo e inició la melodía con River flows in you. Como si de magia se tratase, de la melodía comenzaron a surgir unas imágenes que mostraban a una pareja sentada en la orilla de un río. Estaban en primavera y las flores ya habían acudido a la llamada de la naturaleza para exhibirse con sus colores y olores. El paisaje estaba inundado de colores: rosa, amarillo, blanco, rojo… El suave murmullo del agua del río no disimulaba los cánticos de los pájaros que también habían aportado su pequeño grano de arena para formar así esa imagen tan idílica que acompañaba a la pareja.

El chico y la chica se reían, se abrazaban y molestaban con pequeñas bromas, se miraban, miraban al cielo, se volvían a mirar… Llevaban años esperándose el uno al otro y por fin se habían encontrado. El mundo parecía un poco menos malo ahora. Fue entonces cuando Guillermo se acordó de aquella persona que tanto había significado, y significaba para él. Guillermo se había quedado atrapado en aquel manso de paz lleno de música e imágenes bonitas. El corazón le latía con fuerza cuando se acordaba de la chica a la que quería. La música no cesaba y él seguía en un sueño del que no quería despertar.

Estaba feliz.

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