La leyenda de Alda

_ Cuenta una antigua leyenda irlandesa que en un bosque cerca de Roscrea, ciudad situada en la frontera entre los condados de Offaly y Tipperary, es habitual escuchar los lamentos del espíritu maldito de una mujer que se aparece a todo viajero que no conozca el único camino por el que se accede a la ciudad. Los lugareños habían aprendido a evitar el camino una vez se había ido a dormir el último rayo de luz. Cuando caía la noche, el viento se adueñaba de las copas de los árboles de aquel bosque, cuando caía la noche, chillidos y lamentos se convertían en los propietarios de todos y cada uno de los troncos que crecían hacía arriba perdiéndose en la oscuridad de las enmarañadas hojas perennes, cuando caía la noche, Alda se dejaba ver.

“¿Qué quién era Alda? Era la mujer más bella de la zona. En sus ojos color miel se reflejaban los colores del arcoíris, respiraba tan dulcemente que hasta la mismísima luna la envidiaba, la perfección de su boca sólo podía encontrarse en sueños que difícilmente lograban hacerse realidad y su pelo… Su pelo era castaño, suave y largo como los días de verano. Alda vestía siempre las mejores ropas de la región, calzaba los mejores zapatos y se adornaba con los mejores complementos habidos y por haber. Todos los que se cruzaban con ella recibían inmediatamente una punzada en el corazón, claro síntoma de que habían caído rendidos a su belleza al instante. Era la envidia de las demás mujeres, las cuáles la apartaban de sus tertulias diarias y la excluían de todas las celebraciones de la ciudad. Sin embargo, Alda creía no necesitar la compañía de aquellos que la admiraban y de aquellas que la repudiaban. Su mente, invadida y embotada por su belleza exterior, tenía la firme convicción de que alguna persona semejante a ella, llegaría un día a Roscrea y la salvaría de una ciudad que Alda consideraba mundana.”

“Un día, aquella persona llegó. Era un mercader de nombre desconocido. Cuando Alda se enteró de la llegada del mercader, comenzó a frecuentar las tabernas a las que solía ir el recién llegado. A pesar de su incesante búsqueda por las tabernas de la ciudad, fue la última noche del mercader en la ciudad cuando Alda gozó de la ocasión de cruzarse con él. La chica se quedó ensimismada. Dentro de su ser despertaron sentimientos que jamás había experimentado. El corazón le latía el doble de rápido, en el estómago nacieron mariposas, los brazos y las piernas le temblaban… Estaba enamorada. Se acercó al mercader y este, advertido de cómo Alda trataba a los que ella consideraba inferiores, replicó sin siquiera dejar que la chica despegase los labios”:

_ Lo siento, pero he oído varias historias sobre ti y no merece la pena que la humildad y el trabajo de un mercader se unan con la arrogancia y la prepotencia de aquella que, ciertamente, puede creerse bella porque lo es, sin embargo, ni tus asombrosos encantos podrán hacer el más mínimo daño a mi corazón.

“Al ver tal rechazo, al verse en una situación a la que no estaba acostumbrada, al ver cómo su sueño se hacía pedacitos delante de ella, Alda comenzó a llorar y huyó de la ciudad. Corrió sin mirar atrás hasta refugiarse en el bosque más cercano.”

“Desde aquella noche, cada vez que un viajero pasa por la senda colindante al bosque, el espíritu maldito y encantador de Alda se aparece mientras grita y busca con desesperación a su amor perdido, a un amor perdido por culpa de la arrogancia.”

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