Gernika

No, la pintura no está hecha para decorar las habitaciones. Es un instrumento de guerra ofensivo y defensivo contra el enemigo. (Pablo Picasso)

Museo Reina Sofía, Plaza del Museo Reina Sofía (Madrid), 2016

La Bruja había llevado a esa famosa plaza madrileña porque esperaba una visita muy importante. Aunque Diego parecía haberse acostumbrado a ello, era como si una especie de dulce locura le estuviera obligando a vivir de un modo diferente al que estaba acostumbrado. Seguía añorando a su novia, sin embargo, La Bruja le estaba ayudando a superarlo. “Salve Insomnia”… “Benedictus qui venit in nomine Domini”… Esas frases resonaban en su cabeza. Aunque creía empezar a entender lo que se le quería decir, Diego seguía sin comprender del todo de qué iba toda esa historia. A pesar de su ignorancia, se sentía diferente. En su interior se había instalado una especie de paz natural que no tenía en su modus vivendi anterior. A pesar de haberse trasladado del campo a la ciudad, su alma estaba ahora más tranquila, más sosegada, más en paz consigo misma…

Mientras tanto, el Museo Reina Sofía a su izquierda, enfrente, unas escaleras y a la derecha, negocios. La Bruja oteaba atentamente todos los accesos a la plaza. Estaba nerviosa y sus ojos no eran capaces de encontrar la tranquilidad que les caracterizaban. Bajo el brazo y aferrado con fuerza seguía el libro. Aquel libro con el que La Bruja se había aparecido en pleno Parque del Retiro. Diego agudizó la vista para ver cuál era el título de aquel libro. “Guernica”; ¿Enserio? ¿Enserio una misteriosa mujer que había huido y escapado de la Santa Inquisición iba por ahí con un libro sobre el cuadro (o la ciudad) de Guernica? Diego continuaba tan ensimismado intentando descifrar la relación entre aquel libro y La Bruja que no se había percatado de que había llegado el esperado invitado.

_ El viaje desde Roma no ha sido fácil_ dijo entre risas aquel extraño. La Bruja y él se miraron y, en medio de una sonora carcajada, se besaron.

_ Llevaba mucho tiempo esperándote. Mira, este es Diego_ dijo señalando al chico._ Diego, te presento a mi compañero, Andrea.

_ Un placer conocerle_ dijo Diego mientras le tendía la mano. Andrea esbozó una nueva sonrisa y le devolvió el apretón.

_ Encantado chaval.

Si Diego se sentía ligeramente perdido todavía, aquella escena le rompió definitivamente los primeros esquemas de la historia que había comenzado a dibujar en su mente. ¿Qué hacía él ahí? ¿Quién era Andrea y por qué estaba ahí? Perdido en un mar de preguntas, Diego no percibió que se habían trasladado. Estaban dentro de un vacío Museo Reina Sofía. Enfrente, el famoso cuadro de Pablo Picasso, “Guernica”. La Bruja estudiaba el cuadro con atención. Con un ligero aspaviento de mano, eliminó el cristal protector del cuadro y comenzó a rozarlo con suavidad. Sus dedos parecían fundirse con la pintura del artista malagueño. Mientras tanto, Andrea y Diego observaban. La Bruja pidió el libro y, apartando tan sólo un segundo la vista del cuadro, comenzó a leer:

_ “Y quien crea en él, al abismo irá. Y quien piense en la guerra, de desdicha morirá. Y cuando el calor del hogar desaparezca, la oscuridad inundará el cielo. Y cuando tu corazón perezca, entonces Dios habrá bajado al suelo. ¡Bendito sea el que viene en nombre del Señor!”

Inmediatamente, el suelo comenzó a girar. Las figuras del cuadro cobraron vida. El cielo despejado y azul se cubrió de nubes grises que empezaron a vomitar rayos y lluvia. La Bruja había entrado en una especie de parálisis. Su cuerpo se había quedado inmóvil y sus ojos tornaron al color blanco. Andrea permanecía quieto, sin inmutarse. Para su propio asombro, el propio Diego sintió que él tampoco tenía miedo. Su cuerpo se había inundado de valor, de sabiduría, de fuerza y de justicia. De repente era otra persona.

Entonces, unos ruidos. A través del pasillo se acercaba una tenue luz que iluminaba las oscuras estancias del museo. Cuando la luz cruzó la esquina, apareció una figura incorpórea. Era un fantasma… El fantasma de Pablo Picasso. Se acercaba levitando a la Bruja. Andrea intentó frenarle pero no pudo evitar que el fantasma se acercase. A medida que Picasso se aproximaba a la Bruja, esta iba desvaneciéndose lentamente. Andrea lloraba, aunque Diego no sabía si de alegría o de pena. Cuando el fantasma terminó de consumir el cuerpo de la Bruja, todo volvió a la normalidad. Andrea seguía llorando, acurrucado frente a las ropas y el libro de su amada como un niño llora cuando le arrebatan de los brazos de su madre.

_ An… Andrea, ¿qué acaba de ocurrir?_ balbuceó Diego.

_ Se ha acabado el ciclo para mi amada Diego. Su misión ha terminado en este mundo. ¿O es que acaso no te has preguntado por qué te ha llevado a guardar la caja en la Casa de Campo?_ contestó a la vez que se enjugaba las lágrimas.

_ Ella me dijo que la Iglesia iba detrás de esa caja porque contenía los elementos más puros jamás vistos en la naturaleza.

_ Así es Diego… “Bendito sea el que viene en nombre del Señor…”_ de repente, Diego lo comprendió todo. La Iglesia iba detrás de la Bruja porque ella era uno de los elementos más puros de la naturaleza. Ella venía en nombre del señor, de la naturaleza.

_ Entonces, ¿ha muerto?_ preguntó mientras unas lágrimas amargas brotaban de sus ojos.

_ No. Ahora ella es parte de la caja que habíais escondido. Por eso teníais que guardarla muy profundamente. Por eso te agradezco que hayas entrado en Insomnia, porque ahora eres tú el elegido.

_ ¿Y el Guernica?_ Diego había atado algunos clavos pero todavía le quedaba el misterio de por qué habían acudido hasta el cuadro.

Andrea se quedó en silencio. Ambos se miraron fijamente y, sin ningún motivo aparente, comenzaron a reír mientras la calma se apoderaba de sus corazones. 

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