Más allá de los sueños


Eres esa voz que invita a la locura, la luz que parte en dos, el alma que se aparece en sueños para darme la mano y verme crecer noche tras noche. Eres la portavoz de la timidez y de las palabras escondidas tras unos labios sellados. Eres la fotografía que uno no puede abrazar, los ojos cerrados imaginando un “tal vez”, una promesa difuminada en la eternidad. El rostro desdibujado tras un episodio de pena y melancolía; la sonrisa fugaz reflejada en el espejo de la superficie lunar. Eres la imagen en la ventana del autobús.

Eres la falta de valor atenazando cada uno de mis músculos, encerrando al corazón en una jaula de pensamientos difusos en un mar tormentoso y condenándolo a la oscuridad eterna. Miro al cielo, buscando a un Dios que pueda ofrecerme una respuesta y no encuentro nada. Miro al suelo, esperando que el Diablo calme mi sed de futuro. Leo las cartas en un tarot de mala muerte pero sólo veo fuego y cenizas. Me obligo a mover las piernas por el camino de baldosas amarillas que decidí recorrer hace cinco años como un peregrino el Camino de Santiago. Y es que a mi yo le falta un “tú”.

Eres la elección divina, un haz de luz celestial penetrando en lo más frondoso del bosque. Eres el reloj de arena que recoge experiencias en cada uno de sus granos. El tiempo perdiéndose entre las yemas de mis dedos como una tormenta en el desierto. Eres la espuma del mar rompiendo en la playa, fingiendo que está bien. Eres el llanto en la medianoche tras una pesadilla infinita. Eres la pregunta sin respuesta que acaricia mi niñez y mi adolescencia antes de ir a dormir. Eres el suspiro entre las sábanas, la voz de la tranquilidad susurrando un “cálmate”. Eres la representante del mundo del más allá, las teclas del piano danzando al son de una tarde de lluvia.

Desde que te marchaste, el muro ha caído y aunque prometí no llorar, he mentido. He vuelto a preguntar al mundo tu lugar. Y su respuesta ha sido, simple y llanamente, silencio. Eres la Voz Dormida, como la obra de Dulce Chacón, como el disco de Mägo de Oz, como el canto de la libertad alzándose sobre la represión y la opresión. Eres la verdad hecha carne, la silueta de un arcoíris cubriendo de color el cielo nublado de mi alma. Eres el recuerdo anclado en la memoria de una mente débil que busca ansiosa entre la tierra una prueba de tu existencia. Eres la bala rompiendo el silencio de una noche estival, las estrellas llorando luz en cada escondite localizado.

Te llevaron y nunca te encontré. Cada mañana busco en el rincón más recóndito de mi piel un soplo de aire fresco que despeje mi cara de recién levantado. Eres cada letra, cada palabra, cada verso de un poema dedicado a vuestra memoria. Las hazañas en el campo de batalla relatadas generación tras generación al calor del hogar. Eres la bandera en la que refugiarme cuando todo mal y se oscurece. Eres el rojo, el amarillo y el morado de las paredes de mi casa. Eres el blanco y negro de los retratos, el traje y la corbata de mis fiestas, los cigarros a la intemperie y el abrazo a medianoche. Eres mi guía, mi faro de Alejandría, mi brújula cruzando el Océano Atlántico.

Eres la flor naciendo en primavera, los pétalos de un nuevo amanecer. Eres el fuego quemando mi interior, el jarabe de la tos. Eres la dignidad matando la indecencia, la intolerancia, la incultura y la ignorancia. Eres la lucha encarnizada, el cabello al viento, las ganas de convertirme en otra persona. Eres el silencio hablando durante el instante que dura una mirada, los ojos reflejados en la otra persona, el grito en la multitud, la revolución… Grita y déjame oír tu voz más allá de mis sueños.

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