Donde yace la pena
Avanzaba sumido en una espiral de miedos e inseguridades. Temblaba, lloraba y agitaba mis manos sin parar, intentando atrapar un sentimiento que se alejaba a medida que aumentaba mi locura. El mundo resucitaba y despertaba de su letargo. Todo lo que un día fue una jaula que me protegía, se había transformado en dudas y confusiones. Quería negarlo pero, como dijo el rey del rock, I can’t help falling in love with you…
Allí donde dormitaban sonrisas y cervezas brotaba un vínculo todavía
más fuerte del que ya existía. Más niebla para unos ojos que se habían
acostumbrado a acariciarte mientras dormías. Más ruido para unos oídos que se
abonaron al sonido de tu voz durante un tiempo incierto. Más arrugas para unas
manos que agarraban las tuyas porque no querían perderse en la inmensidad verde
de los parques de Madrid. Allí donde había felicidad y sorpresas, yacía ahora
la pena.
Coleccioné pecados que prometí no almacenar. Hice demasiado caso a
terceros sin centrarme en lo que realmente importaba… Yo. Èblouie par la nuit¸ ciego, dando bandazos y olvidándome de mí. La vie en rose, cubatas de ginebra
barata, insomnio y mensajes de SOS. Un piano fúnebre en el horizonte envolvía
la lucidez de una mente que ya no volvió a ser tal. Frente a mí, unos días de
aciagas decisiones, descontrol, dolor en el pecho, arritmias en el corazón y
llantos que sólo mi almohada escuchó.
Me había acostumbrado a ti, a tu olor mezclándose en mi nariz, al
color de tu pelo ondeando al son de los vientos de primavera. La música en
acústico comenzó a protagonizar mis listas de reproducción. No me apetecía ser
feliz. Quería que la nostalgia y la tristeza coloreasen de gris cada rincón de
mi cuerpo. Lo pasaba mal y, a pesar de todo, quería hacerlo. Veía películas en
las que el amor acababa muriendo por decisión propia. Allí donde yacía la pena
estaba yo, con mi látigo y el arpón dispuesto a destruir mi autoestima hasta
sangrar por dentro.
Bely Basarte, Valérie Deniz, John Legend y versiones de Let her go. Ed Sheeran, Coldplay y See you again. Adele, Love of my Life de Queen y un poco de
Aerosmith. Consejo de sabios, el indie de Supersubmarina y las letras de
Rayden. Romances inacabados, amistades rotas y sentimientos reprimidos en la
garganta. Ese era yo en una época en la que solamente me apetecía ver los
recuerdos de Instagram. Un tiempo en el que añoraba los mensajes de “Buenos
días”. Había caído en el mundo de la dependencia sin percatarme de que aquello
teñiría aún más de negro el mundo en el que vivía. Ni siquiera las canciones de
mis artistas favoritos, el cine que siempre había disfrutado o los libros que
antes devoraba eran capaces de saciar mis ansias de escapar de mí mismo.
Y es que, allí donde antes había confianza, se extendían ahora
kilómetros de lágrimas amargas. Allí donde antes hubo saltos al agua,
salpicaban con amargura las tristezas de un corazón dañado que no sabía lo que
sentía. Y es que, allí donde las nubes eran de los colores del otoño, se había
colado una niebla que anunciaba muerte. Y es que, una vez más, con la daga en
la mano, mi vida se volvió a parar. Atenacé mis sentimientos con cadenas y
regresé allí donde yacía la pena…
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