El Reino Dormido

Año 2044

El viento arreciaba fuertemente contra las viejas paredes de la abandonada cárcel. Las rejas oxidadas chirriaban de tal manera que parecía que iban a soltarse de los enganches en cualquier momento. La lluvia, a su vez, había encharcado el suelo de celdas y pasillos, antaño ocupadas por asesinos, pederastas y corruptos. Ratas y ratones se protegían de la tormenta bajo las desvencijadas camas cuyos colchones habían sido devorados por polillas y por ese inseparable compañero que es el tiempo. En una de esas celdas, una de las últimas cartas escritas en el siglo XXI intentaba sobrevivir aferrándose a una de las patas de la cama en la que había dormido durante años un tal Bárcenas. El chico cogió la carta, escrita hacía 30 años, y la leyó.

Sabed que aquí fui encerrada porque se me acusó de atentado contra el orden público. Sin embargo, mi único atentado fue hacer ver a la gente lo que de verdad estaba ocurriendo en España y en el mundo. Fui denunciada por mi vecino, del que siempre tuve ciertas sospechas de que era algo franquista.

En este año, cuando la crisis económica se ha ido agravando aún más, cuando los montones de dinero han empezado a tener más valor sentimental que las sonrisas de los niños, cuando un brote de ébola tuvo en vilo a las naciones más poderosas del mundo, las cuáles vieron que ni con todo el dinero del mundo podían protegerse de la Madre Naturaleza, cuando, no sé si gracias o en desgracia a esta enfermedad se puso de nuevo el ojo en África, cuando la guerra civil continuaba en Siria, cuando Ucrania y Rusia seguían a ostias por motivos que la razón no alcanza a entender, cuando los casos de corrupción comenzaron a salpicar a la Casa Real española hasta el punto de hacer abdicar a “su jefe”, cuando ha tenido que aparecer una tercera fuerza política en España para que los dos principales partidos se diesen cuenta de que no son los dueños del juego democrático, cuando las luchas entre negros y blancos en Estados Unidos hicieron que Martin Luther King se revolviese en su tumba, cuando ser homosexual sigue estando mal visto en algunos países, cuando poder y corrupción siguen primando sobre la justicia y la igualdad, cuando el medio ambiente adquiere verdadero sentido al ser tan solo “medio” y no “entero”…

Por la denuncia de estos y más sucesos estoy aquí, porque la libertad de expresión ha sido derogada a golpe de talonario en un yate, porque querían hacerme razonar mientras me daban un maletín como regalo, algo que yo rechacé. Entre estas paredes estoy encerrada y por siempre seguiré mientras no haya nadie que recoja mi testigo. Amigo o amiga, tú que estás leyendo esta carta, llévame contigo en el corazón, hazme salir de aquí y continua aquello que yo no pude hacer, pues yo ya hace tiempo que desaparecí del mundo.

Atentamente: La Felicidad

31 de diciembre de 2014

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