Doble M (II)
La voz de la extraña camarera
sonaba como un suave susurro en medio de una voraz tormenta. Guillermo la
observaba, y ella a él. Estaba ansioso por saber cuál era la historia de esa
mujer y por qué tenía que contársela.
_ Guillermo, mi historia viene de
muchos, muchos años atrás. En primer lugar, no es casualidad que esté aquí en
Milán. Dime ¿qué sabes de Leonardo Da Vinci?
Guillermo se quedó estupefacto.
Sabía que Da Vinci había sido uno de los mayores genios de la historia pero no
lograba entender qué tenía que ver todo aquello con él. Y fue así como contestó
a la camarera, que rió dulcemente.
_ Si estuvieses observando este
cuadro y te preguntasen cuál es, ¿lo sabrías?_ y como por arte de magia
desplegó un pergamino en el cual estaba dibujada La Última Cena, uno de los
muchos cuadros que pintó el genio italiano.
_ Sí, es La Última Cena_
contestó. Según observaba el cuadro se iba dando cuenta cada vez de más cosas.
Guillermo miró alternando al cuadro y a la camarera, que poco a poco fue
esbozando una sonrisa._ No puede ser…
_ Sí, sí puede ser_ replicó la
camarera. Una de las personas representadas en el cuadro era ella. La persona
que aparecía a la derecha de Jesús era ella._ Guillermo, espero que al final de
este viaje te des cuenta de que nada es como lo cuentan. Quiero que me prometas
que investigarás y buscarás todo sobre mí, que no dejarás que las historias
comunes te engañen pues no siempre lo establecido es lo verídico_ le cogió las
manos y le besó la frente._ Guillermo, has de ser mi tesoro perdido, has de ser
mi Santo Grial.
La camarera desapareció y
Guillermo y la señorita de Blanco volvieron a sumirse en el vacío, en aquel
ascensor del tiempo. Guillermo no supo cuándo volvería a ver a María Magdalena.
Este post está dedicado al Código Da Vinci y su autor, Dan Brown, cuyas páginas me tuvieron horas y horas con la luz encendida durante las noches de insomnio. Y recordad, las cosas a veces no son lo que parecen.
Este post está dedicado al Código Da Vinci y su autor, Dan Brown, cuyas páginas me tuvieron horas y horas con la luz encendida durante las noches de insomnio. Y recordad, las cosas a veces no son lo que parecen.
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