Como gotas de agua

La señorita de Blanco llevó en esta ocasión a Guillermo a un parque. El chico todavía seguía encerrado en su cárcel de pensamientos en la que las presas especiales eran su acompañante y la desacreditada María Magdalena. Todavía seguía ensimismado con la lección que había aprendido en apenas unos minutos de conversación, lo que le hizo replantearse el valor que tenía el don de la palabra en la sociedad humana y lo rápidamente que ese don se había perdido con la aparición de los polémicos smartphones. La señorita de Blanco le seguía trasmitiendo calor a través de los apretones de mano que le daba cada vez que se sumergían en esos viajes por el tiempo.

En aquel parque en el que estaban había tan sólo dos chicas, bajitas, rubias las dos, sonrientes y alegres como un día en el que el sol brilla con todas sus fuerzas. Se estaban riendo mientras se contaban cosas, ajenas a todo lo que ocurría a su alrededor. Y es que cuando uno está con personas a las que quiere y aprecia, personas con las que está cómodo, lo demás da todo igual. Algo en tu interior te obliga a darlo todo por esas personas. Esas dos chicas le recordaron a Guillermo a dos amigas suyas cuyas iniciales eran A* y B*. Esas dos amigas suyas eran todo para él, eran su paraguas en los días de lluvia, su colchón los días de cansancio y reposo, sus guías espirituales cuando todo en su vida parecía ir mal, los principales motivos por los que dibujar una sonrisa, las caras sonrientes en una foto…

Guillermo, como impulsado por su propia mente, se acercaba a ellas lentamente. Ambas reían a carcajadas mientras dedicaban al mundo una de sus mejores sonrisas. Sintió la necesidad de abrazarlas hasta dejarlas sin aliento, como cada vez que veía a sus amigas A y B. De ellas opinaba que eran como dos gotas de agua, la una se complementaba a la otra, y ellas a él, eran dos gotas de agua que significaban algo más que una mera amistad.

Sin necesidad de preguntar a la señorita de Blanco que por qué le había mostrado eso, Guillermo volvió con su acompañante, que le miró y sonrió.

_ Guillermo, te habrás dado cuenta de que la amistad está por encima de todo ¿verdad? Sé que estas dos chicas te recuerdan a tus amigas y por eso te he traído aquí, para que luego puedas decirlas que has soñado con ellas.

Guillermo asintió con una sonrisa y, de nuevo, dio la mano a la señorita de Blanco, que una vez más, le condujo por el túnel del tiempo… Y de la moral humana.

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