Donde sobra corazón

Aquellos viajes a través del tiempo ya le habían enseñado más sobre la vida que seis años de instituto. La señorita de Blanco era la mejor maestra que había tenido hasta el momento.

El paisaje que tenía ahora ante sus ojos era el de un río caudaloso, tranquilo, cuyas aguas fluían corriente abajo tan suaves como los murmullos de las personas en una noche tranquila. Las orillas del río estaban iluminadas por fogatas y gente que se refugiaba bajo el calor que emanaban sus llamas. La gente allí presente tenía los rostros demacrados, llenos de heridas de guerra y con partes del cuerpo mutiladas… Sus gestos eran de dolor y esperanza. Se fijó en un grupo que estaba alimentando con canciones el valor de unos guerreros que sabían que, en cuanto los primeros rayos de luz les acariciasen el cuerpo, debían marchar de nuevo a la guerra y comenzar las hostilidades.

Una de las canciones le llamó especialmente la atención. Los versos le estaban tocando el corazón uno por uno, como si compases y latidos fuesen a la vez.

El ejército del Ebro,
Una noche el río pasó,
¡Ay Carmela!
¡Ay Carmela!”

Eran esos los versos que cantaban. La señorita de Blanco le miró.

_ La Guerra Civil Española_ susurró. Guillermo sabía en qué río se encontraba, en el Ebro, en la batalla del Ebro.

La angustia, la duda de no saber si volverían a estar al calor del fuego a la noche siguiente, la duda de no saber si volverían a besar a sus mujeres e hijos, eso era lo que se reflejaba en los ojos de los hombres. Guillermo lloró. Su padre le había contado que un antepasado de la familia había muerto precisamente allí, en esa batalla. Puede que alguno del grupo de los cantantes fuese su familiar, pero eso era algo que no iba a lograr conocer.

Ardió en deseos de ir preguntando uno por uno cuáles eran sus apellidos. Sin embargo, el sol apareció en el horizonte. Los guerreros comenzaron a vestirse y a prepararse. Antes de lanzarse al campo de batalla, tararearon la última canción, el himno de la II República Española. Guillermo los vio alejarse y continuó llorando. Allí iba su antepasado, aquel que no volvería a ver otro anochecer.

Mientras, todo se oscurecía…

Comentarios

Entradas populares