“Los Nadies” (Insomnia, Parte II)
“Los
nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los
ninguneros” (Eduardo Galeano- “Los nadies”)
Calle
San Andrés, Malasaña (Madrid), 2016
Un
grupo de doce personas reunidas en un pub irlandés debatían acaloradamente. En
el cielo, a medida que avanzaba la discusión, se multiplicaba el número de
estrellas, que iluminaban con fuerza y potencia la noche de la ciudad de
Madrid. La cerveza fluía por la superficie de la mesa redonda donde conversaban
las doce personas. A lo lejos, una cortina de lluvia amenazaba con traer una
nueva oleada de tormentas que no habían cesado desde hacía aproximadamente un
mes. Algo estaba ocurriendo.
Entre esas doce personas, había quien
abogaba por actuar tal y como lo estaban haciendo hasta ese momento; en la
sombra, sin hacerse notar por una sociedad demasiado egoísta y centrada en sus
propios problemas; ocultos y ocultas bajo sus capas y rondando los rincones más
recónditos de la capital, observando cualquier detalle que pudiese
proporcionarles una pista de dónde y cuándo tendría lugar la siguiente reunión.
De otra parte, estaban quienes se posicionaban en el darse a conocer; revertir
el orden establecido e implantar de una vez por todas el modus vivendi de la OSM.
En medio de todas las voces, se alzó
una. Quizá la más pura y valiente que había pisado Madrid. Una voz dulce,
tierna y potente que, con su olor a miel, adormecía los oídos de quienes allí
estaban. Esa voz les embaucó desde el primer momento en el que nacieron las
palabras.
_ “Sueñan los nadies con salir de
pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a
cántaros la buena suerte”_ recitó. Ante la atenta mirada del resto de oyentes,
añadió_ ¡Benedictus qui venit in
nomine Domini!_ alzó los brazos al techo del establecimiento, inclinó la
cabeza y entonces, todo cambió.
El cielo terminó por oscurecerse.
Las nubes ocultaron bajo sus tupidos mantos la tenue luz de la luna. La lluvia
inundó las calles de Madrid. La gente se refugiaba dónde podía. Nadie entendía
aquel repentino cambio de tiempo. Las nubes comenzaron a vomitar rayos. Dentro
del pub, las once personas que escuchaban el discurso, irrumpieron en aplausos
y gestos de asombro. Al fin había comenzado.
_ El chico ya ha llegado,
queridas compañeras y compañeros. Nos ha avisado de dónde tendrá lugar la
próxima reunión_ dijo con una voz pausada._ Recordad que nosotros, “Los Nadie”,
nos debemos al poder de la naturaleza y es por ello que le debemos nuestra alma
y nuestro cuerpo_ a medida que avanzaba la frase, el tono de euforia y emoción
aumentaba._ Recitad en vuestra cabeza nuestro lema: “¡Sueñan los nadies con salir de pobres,
que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la
buena suerte!”. Ya está aquí la buena suerte compañeros.
«Somos los jodidos, los que mueren la
vida. Somos los que no somos, aunque seamos. No practicamos religión alguna, no
hacemos arte, somos arte. No aplicamos cultura, somos cultura, no somos seres
humanos, somos seres. ¡Hasta el final!»_ finalizó. De nuevo, más aplausos.
Inmediatamente
después de finalizar el discurso, el grupo de doce personas se levantó de las
sillas. Recogieron sus pertenencias, apuraron los últimos tragos de cerveza y
salieron a la calle. El tiempo era estupendo. Era su tiempo. Había llegado el
momento de convocar a las diferentes ramas de la OSM. “Bendito sea el que viene
en nombre del Señor…” “De la señora naturaleza”, se murmuró.
Casa de Campo (Madrid), 2016
Diego y
Andrea estaban fumando. Las ramas de los árboles formaban una tupida cubierta
sobre ellos, impidiendo así que se mojasen.
_ ¿Cómo averiguaste que debíamos
reunirnos aquí?_ inquirió Andrea.
_ Sinceramente Andrea… No lo sé. Algo
dentro de mí me avisó de ello. Tengo la sensación de que ya he estado aquí
anteriormente. Cuando vine con La Bruja
no lo recordé bien, pero ahora sí. Es posible que todo lo que he aprendido con
ella y contigo me haya hecho cambiar_ Diego miró al horizonte, le dio una
calada a su cigarro y añadió._ ¿Sabes una cosa? A pesar de todo lo que me ha
ocurrido, creo que es el momento más feliz de mi vida, Andrea.
Ambos se miraron, volvieron a sonreírse
y, de nuevo, dirigieron su vista a la cortina de lluvia que se asomaba a lo
lejos, a los rayos, a la tormenta…
_ Ya viene_ dijo Andrea con voz tenue.
Me tienes intrigada y eso me encanta.
ResponderEliminar