Encerrado, enterrado…
Encerrado en tu akelarre mientras suena Beethoven. Claro de Luna se ha convertido en la
banda sonora de cada noche. Enterrado en el pasado, en un salto temporal entre
dos marzos que me hacen cuestionarme si debo alejarme o intentarlo.
Encerrado en un susurro al oído, con la voz de un niño murmurando
un tímido “Te quiero”. Enterrado, mirando estrellas en el cielo, abducido por
todos y cada uno de tus cinco sentidos.
Encerrado, con el televisor encendido, caminando solo en el vacío
de un tiempo perdido. Enterrado… Sueño que abrazo un cuerpo inexistente
mientras arde nuestro hogar. La ceniza cae y nos ahoga, lágrimas que amargan y
Scorsese graba. ¿Shutter Island?
Encerrado, atrayendo pensamientos maltratados por el paso del tiempo. Respiro entrecortado, mirando a cada lado de
mi habitación, buscando en cada esquina cualquier distracción. Enterrado en mí
mismo, con la luz apagada y la mente en ningún lado. Me quiero ir, miro el mapa
y, joder, me conduce a ti.
Encerrado, sentado en el banco de aquel bar sin poder olvidar el
color rojo de tus ojos. El horizonte que se vislumbra a lo lejos tiene un color
extraño. Negro, oscuro, como el de antaño. Lo juro, ha pasado un año y todo
sigue igual. Espero… Enterrado, clavando las uñas en una cama que es ahora un
ataúd de dudas, inseguridades y miedos.
Encerrado, con el libro en la mano, la música en los cascos y un
huracán en el corazón. Las risas apenas disimulan la inquietud que me produce
mirarte, observarte y pensarte. Ya es tarde. Decido esconderme en un rincón
alejado, analizo el pasado y concluyo… Enterrado. Enterrado en un mar de
incertidumbre, olas que buscan una orilla donde romperse en pedazos y una playa
dañada por el llanto.
Encerrado, pidiendo al viento que me lleve con él. Sigo en aquel
día de aquel mes, dos cifras escupidas por el fuego de tu ser. Analgésico del
alma, resaca por la mañana y vuelta a empezar... La fórmula de siempre. Duermo
y sueño que soy adicto a tus labios morados. Enterrado. Despierto en una
realidad paralela, de latidos incesantes y quejidos agobiantes. Sonrío a la
nada, con las pupilas dilatadas y el olor a café con tostadas invadiendo la
casa. Allá va, pero no sé dónde.
Encerrado, comparando. Buscando en el calendario la fecha en la que todo se torció y el
corazón de muchos se marchó. Me aferro al transcurrir de un ayer reciente,
aquel donde no saludábamos pantallas, sólo gente. Lloramos un país aletargado y
fraccionado… Estoy enterrado. Enterrado en el tic-tac del reloj, mezclando historias de ayer y hoy. Distracciones,
te conozco, sé tu nombre, paciencia…
Encerrado, contemplando el álbum pre-pandemia. Felicidad, alguna
copa de más, llantos nocturnos, abrazos y amistad. Música en cada rincón, luces
de neón y amaneceres con sabor a alcohol. Una conversación, tensión, me apetece
besarte y abrazarte. Llevas un tiempo rondando en mi cabeza y enero no espera.
Vuelo sin motor, caída en picado y, una vez más, ha regresado marzo… Enterrado.
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