Vuelta al Jardín de las Delicias
Sin embargo, a pesar de este paisaje idílico de carácter utópico, la avaricia, codicia y discordia de una gran mayoría hicieron que los pilares sobre los que se basaba este Nuevo Mundo se tambaleasen. Esta gran mayoría idealizó en su conciencia colectiva una figura de carácter divino que, a través de sus emisarios, había impuesto unos valores que nada tenían que ver con los ya implantados. Esta nueva ideología basada en la soberbia y el individualismo se encargó de romper con los cánones que tanto había costado construir. La alegría se tradujo en monedas, el amor en poder y la amistad se había dividido en dos bandos, los que creían en aquel nuevo modelo controlado por la figura divina y los que se oponían a él. El terror se convirtió en el lema principal de la nueva bandera, el himno sustituyó a la honestidad y el símbolo creado como ideología a seguir.
Los
compañeros de viaje, apostados en lo alto de La Voz Dormida observaban
incrédulos cómo la bandera, el himno y el símbolo se adueñaban del alma de unos
muchos. Las lágrimas ya no significaban felicidad, ahora eran sinónimo de miedo
y angustia. La libertad yacía bajo los pilares de la megalomanía, se encontraba
a los pies de este nuevo orden mundial. La paz y su paloma mensajera migraron y
fueron sustituidos por huracanes de guerra, tormentas de hambre y oleajes de
desigualdad e injusticia. El renombre valía más que el medio ambiente y el
nombre era superior al hombre.
De los ojos de ambos viajeros brotó dolor, ellos no habían
emprendido un viaje hacia el mundo pasado, sino hacia el “locus amoenus”, hacia
un futuro mejor. El control que la figura divina había ejercido sobre los demás
les estaba conduciendo a su propio final, al final escrito en un destino construido
por ellos mismos, el del olvido. Su destino estaba oscuro, no había guías ni
existía la magia, todo se limitaba a lo terrenal y material, a una situación
que ni los propios miembros podían tener siempre bajo control. Los nuevos
monumentos erigidos ya no eran arte, eran cultos al líder, al mismo que dejaba
a su pueblo morir de hambre mientras se empeñaba en disfrazarse de salvador.
Esperando a que esta situación cambiase, los viajeros decidieron emprender de
nuevo su camino, que ahora les llevaría a intentar cambiar todo aquello.
Sin duda,
era un viaje complicado, pero debían hacerlo, algo en su interior les decía que
su deber era imponer de nuevo los valores que primaban antes de la llegada del
líder. Mientras, una multitud de madres e hijos esperaban en la plaza a que sus
maridos y padres llegasen de una guerra que habían iniciado dos líderes por el
control de La Voz Dormida. Sin embargo, aquella multitud no estaba convencida
de que fueran a llegar, habían desechado ya todo atisbo de esperanza de sus
corazones. Ellas sabían que nunca iban a regresar, que jamás volverían a
susurrarles un “te quiero”, jamás volverían esas interminables noches en las
que se arrancaban cariño el uno al otro, nunca más. La Voz Dormida se encargaba
de igualarlo todo, de arrebatar las malas virtudes y convertirlas en positivas,
de escribir agradables vestigios en la historia del Cielo de la Tolerancia…
Los viajeros sobrevolaban el nuevo orden, que ya por su propio
peso y longevidad iba decayendo. Se miraron y se dibujaron una sonrisa, el verdadero
símbolo. Con su vuelo estaba consiguiendo que todo lo impuesto se derrumbase,
el esfuerzo y el empeño lograban a corto plazo lo que la violencia aún no había
conseguido. Armados de valor y fundidos en un apretón de alas, rociaron sobre
las cabezas de los inocentes un polvo extraído de las mismísimas entrañas de la
Voz Dormida. La gente que había sido utilizada para implantar el nuevo orden se
concienció de que todo aquello no era bueno, el Nuevo Mundo estaba volviendo a
ser lo que era, el bien social se había impuesto al fin sobre el bien
individual.
Radiantes de
felicidad, nuestros intrépidos viajeros comprendieron lo que significaba todo
eso. Eran ellos mismos La Voz Dormida, los que se habían decidido a dejar atrás
todo lo malo y evolucionar hacia la prosperidad, hacia el bien común. Con
esfuerzo, valor y creyendo en sí mismos lograron reponer el pasado, los sueños
se hicieron realidad. Pero lo más importante era que todo lo habían hecho
juntos, unidos por lazos de amor y amistad.
Observando, así se encontraba aquel pájaro.
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