Madre Escritura

“No es cuánto damos, sino el amor que ponemos en lo que damos”. Te mereces todo, mi fuente de inspiración.

Tú, que interrumpes sueños en medio de la noche, obligándome a acudir al escritorio, coger papel y bolígrafo y escribir aquellos sentimientos que sólo la oscuridad del cielo nocturno es capaz de iluminar. Tú, que llenas las páginas de mi ordenador con frases que mezclan amor, tristeza, indignación, reivindicación y un puñado de palabras sin sentido. Tú, que conviertes en poesía la más bella flor escondida en el corazón de una persona. Tú, que conviertes en prosa la historia más loca que dibuja imágenes en la mente de una persona atormentada por la inspiración. Tú, que congregas la inteligencia, la pulcritud, la cultura y la emoción de grandes personalidades. Tú, madre de la Humanidad… Tú, Madre Escritura.

Siempre que el cuerpo quiere llorar, ahí estás, meciendo en tus brazos mis lágrimas amargas. Siempre que mi corazón late con más rapidez por algún extraño motivo, ahí estás, actuando de tranquilizante. Siempre que la paz entre pueblos se ha transformado en fraternidad, hermandad y complicidad, ahí estás, aportando tu granito de arena a la causa. Siempre que la inspiración ha necesitado de soporte, ahí estás, susurrando en forma de canción que se acercase a ti. Siempre que la información solicitaba una compañera con la que crecer, ahí estás, comportándote como la mejor amiga que nunca falla… La que nunca abandona.

Tú, que has parido a buena parte de las grandes mentes de este mundo. Tú, que estás orgullosa de toda tu descendencia, la cual se ha encargado de impedir que quedases olvidada por culpa de la ignorancia y la incultura. Tú, que ríes con cada libro, cada artículo, cada periódico y cada revista… Tú, que sonríes y disfrutas con cada logro. Tú, que vives en cada uno de tus hijos, en su piel, sus arrugas, sus ojos, sus manos, sus dedos, su alma y su corazón. Tú, que pones cuerpo y voz a la música. Tú, que aportas magia al vaso de leche y el cuento de antes de dormir. Tú, que eres mensajera de la eternidad… Tú, Madre Escritura, siempre fiel a tu estilo de transformar al ser humano, eres cada día un poco más real.

Ojalá pudiésemos dibujarte. Ojalá pudiésemos recrearte como persona en algún lienzo en blanco deseoso de albergar un buen cuadro. Ojalá fueses el arte alcanzado en su máxima expresión… Ojalá lográsemos convertirte en ese amor verdadero que nos acompaña durante todo el viaje y junto al cual nos enterramos en busca del sueño eterno. Ojalá fueses infinita, Madre Escritura. Gracias, Madre Escritura, portadora de ideas, portavoz de la verdad y la sinceridad. Gracias.

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