Eco en la eternidad

016, ¿dígame?”… Silencio. En algún lugar, en un punto de un hogar vacío, una mujer es asesinada. Un cabrón se la ha arrebatado, dejando dos huérfanos y un sinfín de historias sin contar. “016, ¿dígame?”… Más silencio. Un silencio sepulcral, aterrador; un silencio sumido en la oscuridad, la histeria y la locura de la soledad.

En aquel hogar sin alma, la estancia permanece vacía. Sólo el tic-tac del reloj de cuco de la cocina rompe la nostalgia de una vida robada por un canalla sin corazón. El cuerpo de la mujer yace en el suelo, con signos de violencia en el cuello y una mirada perdida, buscando la complicidad de un ser divino que le librase de un fatal destino. En sus labios, la mueca de quien no volverá a besar a su niña y a su niño. Sus dedos fríos rozan tímidamente el teléfono, del cual procede una voz que sigue hablando a ninguna parte.

De repente, un ente incorpóreo, semitransparente y de aspecto fantasmal surgió del cuerpo de la mujer. De voz celestial, colmada con dos cucharadas de ternura y una pizca de eternidad, aquel ser comenzó a susurrar palabras de cariño en el oído de la mujer. La historia de una testigo inesperada. La historia del alma de una inocente asesinada…

No temas, amiga. Calma. Ya estoy aquí. Te espera tu lecho de rosas, ese que jamás debiste abandonar. Que el miedo no corrompa tu cuerpo, yo seré tus armas, tu escudo, tu palabra y tu corazón. Llevamos mucho tiempo unidas, disfrutando, riendo, amando, sufriendo y gritando. No estás sola, amiga. No llores, hermana. Las nubes guiarán el camino a tu nuevo hogar, desde el cual podrás ver como tu niña y tu niño crecen y se convierten en verdaderas personas. No sufras, compañera. La amargura, el odio y el enfado vivirán para siempre en su pecho y será incapaz de deshacerse de ellas. Los barrotes de la cárcel no son lo suficientemente gruesos como para impedir que el remordimiento germine en lo más profundo de su ser. No guardes rencor. Tu alma recorrerá cielo y tierra hasta encontrar un horizonte en el que fundar una vida mejor, junto a tus seres queridos. No olvides, hermana, que detrás de ti hay millones de mujeres alzando la voz por ti y por tu causa. No estás sola…

Te prometo que estarás cosida a mi piel por toda la eternidad. Nuestro camino será un sueño comandado por las estrellas, el Sol y la Luna. Por las olas, el viento, los bosques y el desierto. Nuestra vida es para siempre. Te prometo, hermana, que siempre cuidaré de ti y que, ahora que tu vida ha echado a dormir, quiero que cojas mi mano y que sueñes. Soy la muerte en ti… Soy tu alma, tendida junto a ti, dándote la voz que nos guiará al arcoíris. Toma, un poco de perfume de paz eterna. Ahora, deberás estar lista. Deja que la pena arda en la hoguera del olvido y acompáñame. Yo te mimaré. Lo prometo… Nos vamos ya, mi querida amiga.

In memoriam

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