Lunae Lumen


Museo del Prado, Madrid (2019)

La tenue luz de la luna penetraba a través de las grandes ventanas presentes en el pasillo que conducía a la sala número 12 del museo. Una inusual calma se había apoderado aquella noche de las estancias del Prado. En medio del pasillo, inmóvil, se encontraba Miguel, totalmente absorto en sus pensamientos y observando Las Meninas, fascinado y atento a cualquier detalle. Gracias a su nuevo don, había logrado infiltrarse en el museo, haciendo posible así uno de sus más antiguos sueños. Había acordado reunirse en aquel escenario que, ajeno al trasiego nocturno de la noche madrileña, asemejaba al claro de luna que el viajero encuentra en medio del camino a través del bosque. Su cita, la mujer que hacía escasas horas se le había aparecido en ese mismo lugar, se retrasaba unos minutos.

Así, bajo la apariencia de Clara Campoamor, Miguel esperó pacientemente a que Serendipia llegase con el mensaje que debía lanzar al mundo, elevando su voz por todos y cada uno de los rincones del país y dejando tras de sí un halo de esperanza, valentía y ganas de luchar. Sumido en su mundo interior, Miguel no se percató de que a su lado se había erguido la silueta del ente al que estaba esperando.

_ Miguel, en esta segunda parte del viaje, habrás de esforzarte por resucitar a quienes se han ido desvaneciendo en las arenas del tiempo; devolver el nombre a todas aquellas personas a las que su identidad les fue arrebatada; hacer sonreír a sus familias e inundar de calma y serenidad sus inquietos corazones y, por último, llevar nuestro mensaje a las generaciones futuras para no repetir los errores que un día cometieron en España. Apuesta por la unidad, la fuerza y la cooperación, Miguel. Esta patria te necesita ahora más que nunca.

Alzó su dedo y, al igual que hiciera años atrás sobre una mesa de un palacio episcopal, Serendipia dejó escrito un Lunae Lumen imperceptible al ojo humano en el cuadro de Las Meninas.

_ En el futuro sabremos quién será el verdadero Mesías…

Se esfumó y, a través de la megafonía distribuida por todo el museo, la voz de Serendipia anunció la tocata de la Luna, el Claro de Luna de Beethoven. Y el sonido del piano sumió el Prado en una oscuridad absoluta mientras de fondo se apreciaba la voz de toda una luchadora comunista…

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